Ninguna ola se repite
S e movió a su ritmo con el mismo peinado del año pasado. La brisa cálida, el mar sonriendo...las caras de la ciudad y sus edificios desalineados, despuntando uno sobre le otro. El olor a gastado y unos pies arrasados entra el asfalto y arena. Un horizonte siempre vestido de azul, a veces salpicado con el blanco fugaz que pocas veces presagiaba lluvia. La vida en un nido cubierto de paja , donde el día a día transcurría entre las ruedas de una bicicleta. Dejé atrás los mapas, las coordenadas que habían diseñado un punto fijo. Los ojos nublados en un horizonte difuso. Los apegos tristes, la alarma de un reloj, las definiciones precisas marcadas en el mismo subrayador. Los caramelos de entonces se tornan con un sabor insípido. Las ventanas se asoman a nuevos paisajes, el corazón late a otro ritmo. Se para un reloj. La palmera cosquillea. Abre la persiana. Susurra el mar. Ninguna ola se repite.