El árbol blanco
Era invierno, sus dedos se habían agrietado entre el verde infinito y el cobijo del tronco del árbol. Su mirada se levantaba entre las nubes donde se bailaba una danza con la montaña. Mientras el tiempo pasaba ajeno al ruido, entre un café y un sueño sin cobre. Sus ojos en aquel horizonte de ráfagas de colores. Mientras cae la noche; viene la lluvia y con ella el musgo se expande acariciando la tierra en un abrazo. De sus pies salen raíces, donde la tierra le alimenta con los nutrientes de otro árbol.