La vendedora
Sus callos en la mano no dejan ver sus líneas del destino. Piensa que le borraron esa línea y la desplazaron por la forma de una carretera. En aquel vaivén del tráfico sus ojos se abren y se cierran en el pestañeo de un semáforo intermitente. Sus rodillas cansadas de caminar con una mochila a cuestas, se cae al suelo la última blusa que no alcanzó a vender. Nadie sabe las historias que cuentan los surcos de sus ojos, las grietas de sus pies. En su interior yace una tímida sonrisa, con la que traza cada mañana una mueca con la que dice a pulmón lleno :adelante